Recuerdo
que hace un tiempo escuche esta pequeña historia; era una niña de unos seis anos
que un día hizo un dibujo y muy emocionada se lo presento a su papá. Eran dos
personas una arriba y otra abajo unidas por dos largas líneas.
Su padre miro detenidamente el dibujo y no pudo comprenderlo por lo que le preguntó a su niña que eran esas figuras. La niña con un rostro muy de decepción le dijo que la persona de arriba era Dios y que la de abajo era ella ¿y que son esas líneas tan largas? Pregunto el papá. Son los brazos de Dios agarrando los míos; replico la niña.
Su
papá entonces le dijo que los brazos eran demasiado largos, a lo que la niña le
respondió; es que tú me has dicho que las manos de Dios llegan siempre hasta
nosotros.
Que lección recibió el olvidado padre de su pequeña hija. A veces predicamos que la mano de Dios nos alcanza y nos protege pero nos olvidamos de practicar esa gran verdad.
Isaías 59: 1 dice; “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar”
Cuantas personas en el mundo se han olvidado de esta gran verdad y por consiguiente han vivido y continúan viviendo sin la ayuda ni la dirección de Dios. No hay cosa más triste que vivir alejados de Dios y llevar las cargas de la vida sin una mano ayudadora.
Amigo déjame preguntarte; Si este fuera el último momento de tu vida en el cual tienes la última oportunidad de responder a esta pregunta; Si volvieras a vivir la vida ¿Qué es lo que más te gustaría hacer?, ¿Qué responderías?
Bueno, entre las muchas respuestas quizás encontraremos estas respuestas;
-Me gustaría haber tomado aquellas oportunidades que por miedo no las tomé. Creo que otro diría; que no volvería a tomar licor.
Otros
hablarían sobre; No volvería a dejar a mi esposa, Y respuestas así por este
estilo.
La lista podrá ir creciendo y creciendo y muy pocos o casi nadie diría; “Creo que si volviera a vivir buscaría un encuentro sincero con Dios lo antes posible para caminar con El hasta el último momento de mi vida”.
Caminar con Dios es algo que por la misma naturaleza pecaminosa que habita en
todo ser humano se nos escapa de nuestro pensar, Y transcurrimos viviendo años
de nuestra vida enfrentando una serie de dificultades que al lado de Dios
hubieses sido superadas y que en lugar de dificultades hubieses sido más bien
bendiciones para nosotros.
Esa pequeña niña de la historia que les he comentado nos recuerda claramente la
promesa de Dios para tu vida; La mano de Dios no se ha acortado, siempre ha
estado extendida para socorrerte pero te has olvidado de ella.
Las palabras del profeta Isaías nos ensenan dos cosas muy importantes; La
primera es “que la mano de Dios es salvadora”, es decir tu encuentro con Dios
si lo haces a través de su hijo nuestro Señor Jesucristo es para salvación
eterna.
La
vida de pecado y el alejamiento de Dios traen consecuencias desastrosas y al
final de tu vida encuentras la condenación eterna. Jesucristo vino para
salvarte para que confiando y creyendo en El tengas la vida eterna. Al final de
todo qué importan las cosas terrenales si ninguna de ellas te llevaras en el
día de la muerte.
Como
dice la escritura; “De que le sirve al hombre si ganará el mundo y perdiere su
alma” (Marcos 8: 36).
La segunda cosa importante que Isaías nos muestra es que; “la mano de Dios es también para socorrerte”. En la vida encontrarás caminos difíciles y dificultades que no muestran salida ¿a quién entonces puedes acudir? Si no a aquel que ya conoce el camino, ese es Dios.
No importa que tan lejos creas que Dios esta, El siempre está a tu lado, su
promesa es; “Jehová va delante de ti, el estará contigo, no te dejara, ni te
desamparara, no temas ni te intimides” (Deuteronomio
31: 8).
Personalmente
yo no sé en qué momento de tu vida llegan estas palabras para ti pero Dios si
sabe. Si te encuentras atravesando situaciones en las cuales no encuentras
salida alguna debes de recordad la historia de esa niña; la mano de Dios llega
hasta a ti, sujétate a ella, agárrala y Dios agarrará la tuya. Si en algún
momento de la vida sientes caer, ¡la mano de Dios te sujetará!
Ahora que has leído esta nota, dile a Dios estas palabras con sinceridad y de lo profundo de tu corazón;
“Dios, me acercó a ti por medio de tu
Hijo El Señor Jesús a quien ahora yo le recibo como mi salvador personal.
Perdona todos mis pecados y ayúdame en todos los caminos de mi vida. Gracias
Padre por enviar a tu hijo a este mundo a morir por mis pecados y a darme la
vida eterna. En el nombre de Jesús, ¡Amén!
De
ahora en adelante confía que Jesús el hijo de Dios es tu gran amigo, agárrate de
él.
-Si esta nota ha llegado a tu corazón, házmelo saber
escribiéndome.
Este
escrito forma parte de la colección “Escritos Para El Alma” Vol 1 por Gustavo E. Acevedo