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Las 95 tesis de Martín Lutero
Por amor a la verdad y en el afán de
sacarla a luz, se discutirán en Wittenberg las siguientes proposiciones bajo
la presidencia del R. P. Martín Lutero, Maestro en Artes y en Sagrada
Escritura y Profesor Ordinario de esta última disciplina en esa localidad.
Por tal razón, ruega que los que no puedan estar presentes y debatir
oralmente con nosotros, lo hagan, aunque ausentes, por escrito. En el nombre
de nuestro Señor Jesucristo. Amén
- Cuando
nuestro Señor y Maestro Jesucristo dijo: "Haced
penitencia...", ha querido que toda la vida de los creyentes fuera
penitencia.
- Este
término no puede entenderse en el sentido de la penitencia sacramental
(es decir, de aquella relacionada con la confesión y satisfacción) que
se celebra por el ministerio de los sacerdotes.
- Sin
embargo, el vocablo no apunta solamente a una penitencia interior; antes
bien, una penitencia interna es nula si no obra exteriormente diversas
mortificaciones de la carne.
- En
consecuencia, subsiste la pena mientras perdura el odio al propio yo (es
decir, la verdadera penitencia interior), lo que significa que ella
continúa hasta la entrada en el reino de los cielos.
- El
Papa no quiere ni puede remitir culpa alguna, salvo aquella que él ha
impuesto, sea por su arbitrio, sea por conformidad a los cánones.
- El
Papa no puede remitir culpa alguna, sino declarando y testimoniando que
ha sido remitida por Dios, o remitiéndola con certeza en los casos que
se ha reservado. Si éstos fuesen menospreciados, la culpa subsistirá
íntegramente.
- De
ningún modo Dios remite la culpa a nadie, sin que al mismo tiempo lo
humille y lo someta en todas las cosas al sacerdote, su vicario.
- Los
cánones penitenciales han sido impuestos únicamente a los vivientes y
nada debe ser impuesto a los moribundos basándose en los cánones.
- Por
ello, el Espíritu Santo nos beneficia en la persona del Papa, quien en
sus decretos siempre hace una excepción en caso de muerte y de
necesidad.
- Mal
y torpemente proceden los sacerdotes que reservan a los moribundos penas
canónicas en el purgatorio.
- Esta
cizaña, cual la de transformar la pena canónica en pena para el
purgatorio, parece por cierto haber sido sembrada mientras los obispos
dormían.
- Antiguamente
las penas canónicas no se imponían después sino antes de la absolución,
como prueba de la verdadera contrición.
- Los
moribundos son absueltos de todas sus culpas a causa de la muerte y ya
son muertos para las leyes canónicas, quedando de derecho exentos de
ellas.
- Una
pureza o caridad imperfectas traen consigo para el moribundo,
necesariamente, gran miedo; el cual es tanto mayor cuanto menor sean
aquéllas.
- Este
temor y horror son suficientes por sí solos (por no hablar de otras
cosas) para constituir la pena del purgatorio, puesto que están muy
cerca del horror de la desesperación.
- Al
parecer, el infierno, el purgatorio y el cielo difieren entre sí como la
desesperación, la cuasi desesperación y al seguridad de la salvación.
- Parece
necesario para las almas del purgatorio que a medida que disminuya el
horror, aumente la caridad.
- Y
no parece probado, sea por la razón o por las Escrituras, que estas
almas estén excluidas del estado de mérito o del crecimiento en la
caridad.
- Y
tampoco parece probado que las almas en el purgatorio, al menos en su
totalidad, tengan plena certeza de su bienaventuranza ni aún en el caso
de que nosotros podamos estar completamente seguros de ello.
- Por
tanto, cuando el Papa habla de remisión plenaria de todas las penas,
significa simplemente el perdón de todas ellas, sino solamente el de
aquellas que él mismo impuso.
- En
consecuencia, yerran aquellos predicadores de indulgencias que afirman
que el hombre es absuelto a la vez que salvo de toda pena, a causa de
las indulgencias del Papa.
- De
modo que el Papa no remite pena alguna a las almas del purgatorio que,
según los cánones, ellas debían haber pagado en esta vida.
- Si
a alguien se le puede conceder en todo sentido una remisión de todas las
penas, es seguro que ello solamente puede otorgarse a los más perfectos,
es decir, muy pocos.
- Por
esta razón, la mayor parte de la gente es necesariamente engañada por
esa indiscriminada y jactanciosa promesa de la liberación de las penas.
- El
poder que el Papa tiene universalmente sobre el purgatorio, cualquier
obispo o cura lo posee en particular sobre su diócesis o parroquia.
- Muy
bien procede el Papa al dar la remisión a las almas del purgatorio, no
en virtud del poder de las llaves (que no posee), sino por vía de la
intercesión.
- Mera
doctrina humana predican aquellos que aseveran que tan pronto suena la
moneda que se echa en la caja, el alma sale volando.
- Cierto
es que, cuando al tintinear, la moneda cae en la caja, el lucro y la
avaricia pueden ir en aumento, más la intercesión de la Iglesia depende
sólo de la voluntad de Dios.
- ¿Quién
sabe, acaso, si todas las almas del purgatorio desean ser redimidas? Hay
que recordar lo que, según la leyenda, aconteció con San Severino y San
Pascual.
- Nadie
está seguro de la sinceridad de su propia contrición y mucho menos de
que haya obtenido la remisión plenaria.
- Cuán
raro es el hombre verdaderamente penitente, tan raro como el que en
verdad adquiere indulgencias; es decir, que el tal es rarísimo.
- Serán
eternamente condenados junto con sus maestros, aquellos que crean estar
seguros de su salvación mediante una carta de indulgencias.
- Hemos
de cuidarnos mucho de aquellos que afirman que las indulgencias del Papa
son el inestimable don divino por el cual el hombre es reconciliado con
Dios.
- Pues
aquellas gracias de perdón sólo se refieren a las penas de la
satisfacción sacramental, las cuales han sido establecidas por los
hombres.
- Predican
una doctrina anticristiana aquellos que enseñan que no es necesaria la
contrición para los que rescatan almas o confessionalia.
- Cualquier
cristiano verdaderamente arrepentido tiene derecho a la remisión
plenaria de pena y culpa, aun sin carta de indulgencias.
- Cualquier
cristiano verdadero, sea que esté vivo o muerto, tiene participación en
todos lo bienes de Cristo y de la Iglesia; esta participación le ha sido
concedida por Dios, aun sin cartas de indulgencias.
- No
obstante, la remisión y la participación otorgadas por el Papa no han de
menospreciarse en manera alguna, porque, como ya he dicho, constituyen
un anuncio de la remisión divina.
- Es
dificilísimo hasta para los teólogos más brillantes, ensalzar al mismo
tiempo, ante el pueblo. La prodigalidad de las indulgencias y la verdad
de la contrición.
- La
verdadera contrición busca y ama las penas, pero la profusión de las
indulgencias relaja y hace que las penas sean odiadas; por lo menos, da
ocasión para ello.
- Las
indulgencias apostólicas deben predicarse con cautela para que el pueblo
no crea equivocadamente que deban ser preferidas a las demás buenas
obras de caridad.
- Debe
enseñarse a los cristianos que no es la intención del Papa, en manera
alguna, que la compra de indulgencias se compare con las obras de
misericordia.
- Hay
que instruir a los cristianos que aquel que socorre al pobre o ayuda al
indigente, realiza una obra mayor que si comprase indulgencias.
- Porque
la caridad crece por la obra de caridad y el hombre llega a ser mejor;
en cambio, no lo es por las indulgencias, sino a lo mas, liberado de la
pena.
- Debe
enseñarse a los cristianos que el que ve a un indigente y, sin prestarle
atención, da su dinero para comprar indulgencias, lo que obtiene en
verdad no son las indulgencias papales, sino la indignación de Dios.
- Debe
enseñarse a los cristianos que, si no son colmados de bienes superfluos,
están obligados a retener lo necesario para su casa y de ningún modo
derrocharlo en indulgencias.
- Debe
enseñarse a los cristianos que la compra de indulgencias queda librada a
la propia voluntad y no constituye obligación.
- Se
debe enseñar a los cristianos que, al otorgar indulgencias, el Papa
tanto más necesita cuanto desea una oración ferviente por su persona,
antes que dinero en efectivo.
- Hay
que enseñar a los cristianos que las indulgencias papales son útiles si
en ellas no ponen su confianza, pero muy nocivas si, a causa de ellas,
pierden el temor de Dios.
- Debe
enseñarse a los cristianos que si el Papa conociera las exacciones de
los predicadores de indulgencias, preferiría que la basílica de San
Pedro se redujese a cenizas antes que construirla con la piel, la carne
y los huesos de sus ovejas.
- Debe
enseñarse a los cristianos que el Papa estaría dispuesto, como es su
deber, a dar de su peculio a muchísimos de aquellos a los cuales los
pregoneros de indulgencias sonsacaron el dinero aun cuando para ello
tuviera que vender la basílica de San Pedro, si fuera menester.
- Vana
es la confianza en la salvación por medio de una carta de indulgencias,
aunque el comisario y hasta el mismo Papa pusieran su misma alma como
prenda.
- Son
enemigos de Cristo y del Papa los que, para predicar indulgencias,
ordenan suspender por completo la predicación de la palabra de Dios en
otras iglesias.
- Oféndese
a la palabra de Dios, cuando en un mismo sermón se dedica tanto o más
tiempo a las indulgencias que a ella.
- Ha
de ser la intención del Papa que si las indulgencias (que muy poco
significan) se celebran con una campana, una procesión y una ceremonia,
el evangelio (que es lo más importante)deba predicarse con cien
campanas, cien procesiones y cien ceremonias.
- Los
tesoros de la iglesia, de donde el Papa distribuye las indulgencias, no
son ni suficientemente mencionados ni conocidos entre el pueblo de Dios.
- Que
en todo caso no son temporales resulta evidente por el hecho de que
muchos de los pregoneros no los derrochan, sino más bien los atesoran.
- Tampoco
son los méritos de Cristo y de los santos, porque éstos siempre obran,
sin la intervención del Papa, la gracia del hombre interior y la cruz,
la muerte y el infierno del hombre exterior.
- San
Lorenzo dijo que los tesoros de la iglesia eran los pobres, mas hablaba
usando el término en el sentido de su época.
- No
hablamos exageradamente si afirmamos que las llaves de la iglesia
(donadas por el mérito de Cristo) constituyen ese tesoro.
- Esta
claro, pues, que para la remisión de las penas y de los casos
reservados, basta con la sola potestad del Papa.
- El
verdadero tesoro de la iglesia es el sacrosanto evangelio de la gloria y
de la gracia de Dios.
- Empero
este tesoro es, con razón, muy odiado, puesto que hace que los primeros
sean postreros.
- En
cambio, el tesoro de las indulgencias, con razón, es sumamente grato,
porque hace que los postreros sean primeros.
- Por
ello, los tesoros del evangelio son redes con las cuales en otros
tiempos se pescaban a hombres poseedores de bienes.
- Los
tesoros de las indulgencias son redes con las cuales ahora se pescan las
riquezas de los hombres.
- Respecto
a las indulgencias que los predicadores pregonan con gracias máximas, se
entiende que efectivamente lo son en cuanto proporcionan ganancias.
- No
obstante, son las gracias más pequeñas en comparación con la gracia de
Dios y la piedad de la cruz.
- Los
obispos y curas están obligados a admitir con toda reverencia a los
comisarios de las indulgencias apostólicas.
- Pero
tienen el deber aún más de vigilar con todos sus ojos y escuchar con
todos sus oídos, para que esos hombres no prediquen sus propios ensueños
en lugar de lo que el Papa les ha encomendado.
- Quién
habla contra la verdad de las indulgencias apostólicas, sea anatema y
maldito.
- Mas
quien se preocupa por los excesos y demasías verbales de los
predicadores de indulgencias, sea bendito.
- Así
como el Papa justamente fulmina excomunión contra los que maquinan algo,
con cualquier artimaña de venta en perjuicio de las indulgencias.
- Tanto
más trata de condenar a los que bajo el pretexto de las indulgencias,
intrigan en perjuicio de la caridad y la verdad.
- Es
un disparate pensar que las indulgencias del Papa sean tan eficaces como
para que puedan absolver, para hablar de algo imposible, a un hombre que
haya violado a la madre de Dios.
- Decimos
por el contrario, que las indulgencias papales no pueden borrar el más
leve de los pecados veniales, en concierne a la culpa.
- Afirmar
que si San Pedro fuese Papa hoy, no podría conceder mayores gracias,
constituye una blasfemia contra San Pedro y el Papa.
- Sostenemos,
por el contrario, que el actual Papa, como cualquier otro, dispone de
mayores gracias, saber: el evangelio, las virtudes espirituales, los
dones de sanidad, etc., como se dice en 1ª de Corintios 12.
- Es
blasfemia aseverar que la cruz con las armas papales llamativamente
erecta, equivale a la cruz de Cristo.
- Tendrán
que rendir cuenta los obispos, curas y teólogos, al permitir que charlas
tales se propongan al pueblo.
- Esta
arbitraria predicación de indulgencias hace que ni siquiera, aun para
personas cultas, resulte fácil salvar el respeto que se debe al Papa,
frente a las calumnias o preguntas indudablemente sutiles de los laicos.
- Por
ejemplo: ¿Por qué el Papa no vacía el purgatorio a causa de la santísima
caridad y la muy apremiante necesidad de las almas, lo cual sería la más
justa de todas las razones si él redime un número infinito de almas a
causa del muy miserable dinero para la construcción de la basílica, lo
cual es un motivo completamente insignificante?
- Del
mismo modo: ¿Por qué subsisten las misas y aniversarios por los difuntos
y por qué el Papa no devuelve o permite retirar las fundaciones
instituidas en beneficio de ellos, puesto que ya no es justo orar por
los redimidos?
- Del
mismo modo: ¿Qué es esta nueva piedad de Dios y del Papa, según la cual
conceden al impío y enemigo de Dios, por medio del dinero, redimir un
alma pía y amiga de Dios, y por que no la redimen más bien, a causa de
la necesidad, por gratuita caridad hacia esa misma alma pía y amada?
- Del
mismo modo: ¿Por qué los cánones penitenciales que de hecho y por el
desuso desde hace tiempo están abrogados y muertos como tales, se
satisfacen no obstante hasta hoy por la concesión de indulgencias, como
si estuviesen en plena vigencia?
- Del
mismo modo: ¿Por qué el Papa, cuya fortuna es hoy más abundante que la
de los más opulentos ricos, no construye tan sólo una basílica de San
Pedro de su propio dinero, en lugar de hacerlo con el de los pobres
creyentes?
- Del
mismo modo: ¿Qué es lo que remite el Papa y qué participación concede a
los que por una perfecta contrición tienen ya derecho a una remisión y
participación plenarias?
- Del
mismo modo: ¿Que bien mayor podría hacerse a la iglesia si el Papa, como
lo hace ahora una vez, concediese estas remisiones y participaciones
cien veces por día a cualquiera de los creyentes?
- Dado
que el Papa, por medio de sus indulgencias, busca más la salvación de
las almas que el dinero, ¿por qué suspende las cartas e indulgencias ya
anteriormente concedidas, si son igualmente eficaces?
- Reprimir
estos sagaces argumentos de los laicos sólo por la fuerza, sin
desvirtuarlos con razones, significa exponer a la Iglesia y al Papa a la
burla de sus enemigos y contribuir a la desdicha de los cristianos.
- Por
tanto, si las indulgencias se predicasen según el espíritu y la
intención del Papa, todas esas objeciones se resolverían con facilidad o
más bien no existirían.
- Que
se vayan, pues todos aquellos profetas que dicen al pueblo de Cristo:
"Paz, paz"; y no hay paz.
- Que
prosperen todos aquellos profetas que dicen al pueblo: "Cruz,
cruz" y no hay cruz.
- Es
menester exhortar a los cristianos que se esfuercen por seguir a Cristo,
su cabeza, a través de penas, muertes e infierno.
- Y a
confiar en que entrarán al cielo a través de muchas tribulaciones, antes
que por la ilusoria seguridad de paz.
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